viernes, 26 de agosto de 2011

Verdades sobre el vino Jose Luis Alvarez Fermosel El Caballero Español


Posted: 25 Aug 2011 04:27 PM PDT
Esnobs, mitómanos, pedantes de todo tipo y condición, ignorantes ilustrados y otros ricos tipos pertenecientes a runflas varias de gran cursilería vienen dándonos una gran tabarra con sus apreciaciones, y más aún, sus definiciones, sin ningún sentido ni entidad acerca del vino, de los vinos, tintos, blancos, generosos, todos los que ellos consideran que son el no va más, digámoslo de una vez: los varietales, y entre ellos el Malbec, de última moda a causa de la promoción que se le hace de cara a sus ventas en el extranjero.
Muchos de esos vinos son de color negro y dejan la copa manchada de azul. Me refiero a los tintos.
También opinan con respecto al vino, como no podía ser de otra manera, enólogos de concepto abstruso y palabra dificil. Es natural, tienen que demostrar lo mucho que saben. Se ven por los campos próximos a las bodegas a jóvenes ingenieros de teodolito, cinta métrica y gemelos de campaña.
¿Qué decir de los catadores, los organizadores de catas a ciegas y los cronistas? Entre éstos últimos hay unos pocos que son serios y llevan toda la vida diciendo en los medios las cosas como son.
También hay algunos especialistas en echar abajo los mitos y las supercherías, como Victoria Beleniski, que ha publicado un artículo desmitificador en la web iProfesional que nos demuestra que no está todo perdido, que el mito no reina como un monarca ignorante y absolutista de los muchos que ha habido en todas partes, desde que el mundo es mundo.
Los… “expertos” seguirán diciendo sinsorgadas, y hablando con voz campanuda de taninos, esteres, guarapo y papelón; y asegurando que este vino, el otro y el de más allá son cortos o largos, redondos o cuadrados y tienen aroma a tabaco griego, a pechblenda, a almizcle, a cuero noble, a tinta, a mantequilla de maní –lo cual puede repercutir favorablemente en el mercado estadounidense-, a  arándanos del sur –tan de moda: los arándanos y el sur- y a raíz de chopo.
Ahora mismo me voy a tomar un vaso de vino tinto de color rojo no muy oscuro, como de rubí, bueno y barato, que me gusta, me conforta y me sabe sencillamente a un vino bien hecho, en el tiempo justo y guardado lo necesario, ni más ni menos.

© José Luis Alvarez Fermosel

viernes, 19 de agosto de 2011

Tambien a la Richmond se la llevo la trampa José Luis Alvarez Fermosel El Caballero Español


Posted: 16 Aug 2011 04:55 PM PDT
Va desapareciendo todo lo que sea, o parezca distinguido, fino, elegante, de buen gusto:  los atuendos, los modales, la manera de hablar, los lugares donde reunirse a tomar un café, o una copa, las tiendas, o muchas…
Se entiende, también muchos lo entienden, que todo eso es fascista, o “facho”, como dicen que son ciertas prendas, como la corbata.
No diré yo que la confitería Richmond haya cerrado sus puertas  por las razones consignadas arriba. Es, fue una casualidad, ya lo sé.
Van a instalar en el lugar que dejará vacío un enorme local de venta de alpargatas, ¡perdón, de zapatillas deportivas! Eso se dice, al menos. Es natural, es lo que vende, y no los negronis que bebía Mario Benedetti, cómodamente arrellando en un sillón junto a la entrada de la Richmond, en la calle Florida, quizás la más emblemática de Buenos Aires, junto con Corrientes, en cuya esquina con Esmeralda subsiste a duras penas La Ideal en estado de perenne agonía, poblada por fantasmas.
La tradicional confitería Richmond, que era a la vez “snack bar” y salón de té, y tenía un subsuelo donde se jugaba al billar y al ajedrez, era uno de los bares notables porteños y había sido declarado recientemente Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. (“¡Cada vez que oigo la palabra cultura, saco la pistola…!”).
Aprovechando que el domingo no hubo actividad alguna porque se celebraron  las llamadas elecciones primarias, manos anónimas empuercaron entre gallos y medianoche las antañonas y nobles vidrieras con basta pintura blanca, o yeso, oscuramente, en una actitud rastacueril, no de ellos, sino de sus mandantes, que podían haber hecho a plena luz diurna un anuncio oficial con sentido de réquiem. (Uno sigue pidiéndole peras al olmo.)
No vamos a entonarlo nosotros. La procesión va por dentro. Vamos a los hechos: ha cerrado la casi centenaria Richmond, que se lleva en su amplio salón con los sillones rojos una parte de la historia de Buenos Aires.
Dicen que últimamente el servicio era malo. Otros lo niegan. Para otros es que las cuentas no cerraban. En fin…
Termino de escribir y me entero de lo peor de todo: los empleados de la Richmond se han quedado en la calle y nadie habla de indemnizarlos.
Todos los medios recogen las tristes noticias.   
  
© José Luis Alvarez Fermosel

Notas relacionadas:

Del autor: